Además de golpes, burlas, chantajes y discriminación, los niños y jóvenes víctimas de maltrato por sus compañeros en los colegios tienen que soportar ahora los embates de un arma terrible que parece no tener control: la Internet.
Al conocido matoneo en los salones de clase y en la ruta escolar -entre otros escenarios- se le sumó el acoso a través de redes sociales como Facebook o Myspace, en otras, donde los jovenes son víctimas de acoso, injuria y calumnia por parte de sus compañeros.
Según el mayor Freddy Bautista, director de esa unidad, el cyberbullying -término en inglés de esta forma de agresión- ha crecido más del 300 por ciento respecto del año anterior, cuando se registraron 100 denuncias.
Enrique Chaux, doctor en educación de la Universidad de Harvard, profesor de la Universidad de los Andes y experto en violencia escolar, asegura este tipo de agresión tiene varios agravantes.
"Antes, cuando un joven era intimidado en el colegio, al menos descansaba mientras no estaba en él. Pero ahora el acoso es de 24 horas", dice el especialista al referirse a Internet como una extensión del matoneo.
Se propaga sin control
El cyberbullying se propaga rápidamente a través de la red sin ningún tipo de control. Sobre todo porque, de acuerdo con Chaux, en la mayoría de los casos se utilizan seudónimos que no permiten identificar al atacante.
Grupos creados para despotricar de un compañero, calumnias; fotos, chismes y comentarios ridiculizantes, y mensajes de texto vía celular con insultos son algunas de las formas de matoneo virtual que ha conocido la psicóloga María Elena López (autora de Cómo lidiar con adolescentes).
Ella ha tenido que atender, en los últimos dos años, a unos 20 jóvenes seriamente afectados por esta situación.
López recuerda el caso de un joven al que le hicieron una campaña por Internet al señalarlo de homosexual, y terminó hospitalizado por una gastritis crónica y por una crisis de ansiedad que requirió atención psiquiátrica.
El psicólogo Leonardo Aja, de la Corporación Buscando Ánimo, sostiene que las consecuencias de esta forma de intimidación pueden llegar a ser más graves que una golpiza, pues el mensaje es más contundente, llega más rápido y a más personas.Y el daño es mucho más doloroso y difícil de reparar porque en la red no hay control, como sí puede existir en los colegios.
Carolina Piñeros, directora de Redpapaz, explica que esta es una tendencia de todos los jóvenes en general, que no dimensionan el daño que pueden causar. "Lo hacen por diversión, y muchos de estos casos, como el matoneo tradicional, puede llevar al suicidio".
La psicóloga Annie de Acevedo cree que la intimidación por estos medios es más grave que si ocurriera físicamente.
"Se cree que este es un asunto de niños, pero los adultos tienen que intervenir", dice ella al aclarar que ni los padres de familia ni los profesores suelen enterarse del acoso a través de redes sociales.
Primero, porque los jóvenes no lo comentan, y segundo, por desconocimiento. Los adultos no saben cómo monitorear lo que ellos hacen en Internet.
Es clave distinguir tanto el perfil del agresor, como el de la víctima. El primero es aquel que se destaca por su liderazgo y por su poder de manipulación. Y el segundo es el joven tímido, temeroso o estudioso, o aquel que se destaca por alguna característica física como la obesidad. Ambos requieren ayuda profesional.
'Viví un infierno, todo por ser buen estudiante'
El adolescente, que hoy tiene 13 años, estudiaba en un prestigioso colegio de Bogotá. Ingresó en cuarto de primaria. Sus padres lo matricularon allí porque el plantel donde estudiaba no era bilingüe.
"Venía de un colegio muy estricto -cuenta él-. Estaba acostumbrado a la disciplina, y muchas cosas que enseñaban, ya las sabía. Me la empezaron a montar de nerdo".
Y por eso, por ser estudioso y respetuoso, un par de compañeros empezaron a hacerle la vida imposible.
Además de golpearlo e insultarlo a diario, lo excluían todo el tiempo. Lo dejaban solo a la hora del descanso, no le permitían jugar con ellos.
Y quien se le acercaba era amenazado. "Si se juntaban conmigo, también se la montaban", recuerda.
Todo se complicó cuando las agresiones trascendieron al escenario virtual.
En el Messenger -cuenta su madre- era costumbre que cada uno de los compañeros de curso pusiera, en su estado, un mensaje insultante hacia su hijo. Hacían concursos de la mejor frase, y él las veía cuando se conectaba.
También, a través de ese medio, se ponían de acuerdo para escoger la burla que le harían al día siguiente.
"Mi hijo llevó un experimento científico, y como lo habían planeado por el Messenger, se lo dañaron", narra la mujer, entre lágrimas.
Todo el tiempo recibía mensajes en su correo electrónico y en su celular. Le decían, según el niño, "que era un gordo fracasado y rechazado, que me parecía al celador del colegio y que mi mamá era una puta".
"Eso duró dos años y fue un infierno -narra-. Empecé a tener pensamientos malos, a perder las ganas de vivir. Quise morirme, no quería ser el rechazado del curso".
Tal fue la presión que, según su médico de cabecera, sufrió un bloqueo de la hormona del crecimiento.
Como también aprendió artes marciales, un día no aguantó más las golpizas y la persecución: derrumbó a su más temerario agresor de una patada en la nuca. Ese fue su último día en ese colegio.
Ahora estudia en otra institución donde es feliz, tiene muchos amigos y se olvida del pasado. "Ya lo superé".
Casos de reparación al matoneo virtual
Annie de Acevedo, psicóloga del Colegio Nueva Granada, en Bogotá, asegura que esta situación se presenta en todos las instituciones educativas, de todos los estratos.
Ella recuerda un caso ocurrido en la institución donde trabaja: un grupo de jóvenes la emprendió contra uno de sus compañeros al crear una comunidad en Facebook donde cuestionaban su buen nombre y lo ridiculizaban.
El colegio se enteró de la situación y tomó medidas. Además de sancionar a los implicados, les pidieron que hicieran justicia reparativa.
Crearon un grupo en Facebook donde ofrecían disculpas públicas, e iniciaron un debate sobre las implicaciones del acoso escolar virtual.
El grupo se llama Facebook Groups Are Not Meant To Harm Others (Los grupos de Facebook no son para perjudicar a los otros). También fueron conminados a desempeñar varias horas de labor social. Un caso similar ocurrió en el Liceo Juan Ramón Jiménez, también en Bogotá y en el Colegio Adventista de Cartagena donde dos estudiantes se fueron a los golpes por comentarios desobligantes que una de las jóvenes hizo sobre la otra en Facebook.
Y en el Gimnasio Virtual -que ofrece educación totalmente en línea-, tuvieron que expulsar a un estudiante por sus acosos en Internet.
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